Redacción.- Madrid (España), domingo 27 de noviembre de 2022. Disenso Fundación, 27N. El pueblo español afronta una situación límite. La economía hace tiempo que dejó de estar al servicio del bien común. La prosperidad que algunos prometían ha desaparecido y en su lugar hoy solo hay miseria, cierre de negocios, deslocalización de empresas y competencia desleal.
Media España se desangra fruto de la despoblación y la desindustrialización. El derecho a permanecer en la propia tierra, a vivir cerca de padres, abuelos y amigos, ha sido negado a toda una generación, mientras desde las altas instancias políticas se promueve la inmigración ilegal y masiva.
Ahorrar se ha convertido en un verbo imposible de conjugar para las familias, que no llegan a fin de mes, avasalladas por el precio de los suministros y por unos impuestos que no se destinan a mejorar los servicios, sino a pagar la fiesta de los políticos.
El empleo escasea, es precario y los salarios son bajos. Mientras esto sucede, los precios del suelo están por las nubes y falta un verdadero plan de vivienda social que garantice un hogar para los más vulnerables.
Hoy es más difícil que nunca poder encontrar una vivienda asequible en la que echar raíces y formar una familia. La falta de conciliación familiar y el modelo cultural nos lleva a una emergencia demográfica que se muestra ante nuestros ojos como el gran problema de las próximas décadas. España se juega ser o no ser.
La educación, que antaño permitía adquirir conocimientos y ascender socialmente a quienes nada tenían, se ha convertido en una herramienta de adoctrinamiento.
La seguridad se ha convertido en un bien de lujo. Los barrios tranquilos y apacibles en los que muchos crecimos son hoy polvorines multiculturales que llenan las páginas de sucesos de los periódicos.
Y mientras todo esto sucede el Gobierno, el mismo gobierno que debería protegernos, prohíbe que exploremos y explotemos nuestros recursos naturales y nos condena a la dependencia energética, pues así se lo ordenan burócratas, lobbies internacionales y activistas climáticos.
El Gobierno, el mismo gobierno que debería protegernos, recorta libertades sin cortapisa y asalta las instituciones. En España hay hoy infinidad de debates prohibidos y voces ahogadas mientras se nos imponen debates estériles que nos enfrentan y nos distraen como la guerra de sexos, la memoria histórica o la ideología de género.
El Gobierno, el mismo gobierno que debería protegernos, pone alfombra roja a los separatistas. Primero indultó a quienes dieron un golpe contra la nación, es decir, a quienes se levantaron contra los lazos que nos unen, contra la solidaridad que nos salva y contra la historia que nos hermana. Y ahora quieren rebajar el delito de sedición para que atentar contra la comunidad, contra lo que es de todos, sea todavía más fácil.
El Gobierno, el mismo gobierno que debería protegernos, busca reformar el delito de malversación para que los políticos corruptos que han saqueado las arcas públicas no paguen por lo que han hecho.
El Gobierno, el mismo gobierno que debería protegernos, ha aprobado una ley que permite a los violadores salir de las cárceles y volver a sembrar de nuevo el pánico en las calles.
Un gobierno que actúa así, y más en una situación como la que padece nuestro pueblo, de absoluto naufragio económico y moral, es un gobierno indigno de tal nombre.
Contra unas élites, enemigas de las libertades y del bien común es el momento de levantar la bandera de la unidad, de la justicia y de la Solidaridad.
Vartan Hachik Hachikyan Semerdzhiyan,
miembro del sindicato para la defensa de los trabajadores de España Solidaridad
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